domingo, 25 de marzo de 2018





MUSICOTERAPIA Y GESTALT


María José Varas S.


Existen muchas corrientes o formas de entender la Musicoterapia. Lo común en todas es el uso de la música y las infinitas posibilidades que ésta nos brinda como medio terapéutico en el paciente. La música es un elemento que a todos nos llega, en diferente medida y de diferentes maneras, pero al cual a nadie le es indiferente, incluso a las personas sordas.


Al hablar de la música no nos referimos solamente a la música que conocemos como forma estructurada, sino a todo elemento de sonido armónico –no ruido- en general.

La Música actuaría en el individuo básicamente en tres niveles o etapas:

- En la 1ª etapa, el estímulo llega, como algo externo a nosotros que nos toca y de alguna forma nos conmueve, sea positiva o negativamente y esto va directamente a nuestras emociones. “Dejarse tocar o permeabilizar” por un estímulo entrante. Sentimos cosas al escuchar determinado tipo de música, sensaciones, remembranzas, deseos, frustraciones, alegría, rabia.

- La 2° etapa se refiere a lo que ocurre luego en nuestro organismo una vez que sentimos el estímulo. Muchas veces la Música nos incita a “sacar cosas para afuera”, es decir, a expresarnos. Aquí la Música actúa como elemento catárquico, y podemos llegar a sacar para fuera elementos tanto individuales caracterológicos, como ancestrales, grupales o tribales de nuestro inconsciente colectivo. Otras veces, cuando el escuchar un tipo de música ha sido precedido y acompañado por todo un proceso terapéutico, se puede, tan solo con escuchar el estímulo adecuado, llegar de pronto a un Insight y a un cierre de una Gestalt por mucho tiempo inconclusa.

- La 3ª etapa más bien se refiere a una posibilidad que puede generar el escuchar una determinada música. Se refiere al deseo o necesidad que muchas veces se produce de compartir la sensación que se tiene, mediante la comunicación, el abrirse a un diálogo más abierto, ya sea con el grupo o con el terapeuta. A veces no se expresan palabras, pero puede surgir necesidad de bailar, expresarse, o contacto, abrazar, etc a otro. Porque la música relaciona, es un elemento que establece comunicación.

Actualmente el enfoque de la Musicoterapia es obviamente más holístico e integrador que los enfoques que formaron éste tipo de terapia. Se mira al individuo como un todo, y desde ahí se le aplica lo que se considere necesario, sea utilizando técnicas auditivas, de imaginería, catárquicas, de trance, expresivas, etc.

Sin embargo cabe mencionar algunas ideas básicas que iniciaron la investigación en Musicoterapia. Rolando Benenzon, psicoanalista argentino, planteó (1970), la idea del “Imprinting auditivo en el bebé” , refiriéndose a que el bebé en el útero, recibiría el “Imprinting” de los latidos cardíacos de la madre, sonido que, posteriormente, al ser escuchado, actuaría como una suerte de regresión y haría que el niño, o incluso el adulto, se tranquilizase. Esta teoría está ampliamente reconocida, ya que son muchos los experimentos que nos muestran que indudablemente existe un tipo de relación.

Mucha música o danza aborígen se plantea de hecho como intentos de reconstrucción de éste período pre-natal.

Cada individuo es más permeable entonces más a un tipo de música que a otra, y la variedad es tanta casi como la huella dactilar.

Es prácticamente imposible que un individuo tenga la misma sensibilidad y preferencia por diferentes tipos de música que otro.

Se plantea entonces que existe un conjunto de sonidos o fenómenos sonoros que nos caracteriza e individualiza, un concepto que va muchísimo más allá de nuestras “preferencias” musicales, ya que incluye los sonidos de nuestro medio intrauterino, nuestro nacimiento, nuestra crianza, nuestro medio socio-cultural, incluso nuestros genes pueden trer ya ciertas preferencias o huellas sonoras.

Este conjunto de sonidos que nos caracteriza es llamado por los musicoterapeutas el ISO de cada individuo.

Es importante entonces tener en cuenta el ISO del paciente, que no es algo que vamos a poder detectar en la primera o segunda sesión, pero hay tener en cuenta que no todos los pacientes tienen que tener reacciones similares o iguales a los mismos estímulos, siempre existe un margen de diferencia. Esto es para no caer en el error de creer a ojos cerrados en las “recetas” ofrecidas.

El musicoterapeuta debe ser una persona con ciertas habilidades, especialmente en lo que se refiere a la sensibilidad a las reacciones del paciente, una constante relación de él con la música en búsqueda de distintos efectos y una permanente creatividad y adaptabilidad en general.

Relación entre Música y Gestalt

Si recordamos que es Gestalt se trata básicamente de lograr la integración del individuo, mediante la reconciliación y aceptación de sus polaridades, mediante el Continuum de Awareness y todos los ejercicios que nos conlleven a un Darse Cuenta profundo y vivencial, es importante entonces que tomemos en cuenta como elemento técnico y de apoyo a la música por ser algo que de forma tan obvia y evidente nos lleva a la vivencia.

La audición de música nos conecta en primer lugar con la vivencia del aquí y ahora de nuestros sentidos y de nuestra corporalidad.

Este punto tiene algo muy singular, ya que la música nos puede conectar con vivencias y sensaciones pasadas, formándose así una sensación circular, holística e integrada, una Gestalt o círculo atemporal de lo que somos y que hemos sido. Esta vivencia integradora y con raíces desde los comienzos de nuestra existencia, en donde se integra lo que somos y lo que hemos sido, es justamente lo que nos produce la placentera sensación cuando escuchamos una música que realmente nos llega. Estamos en ése momento escuchando algo que nos “hace sentido” en todo nuestro cuerpo y también en una atemporalidad de presente- pasado y también en la proyección de futuro.

Por eso nos sentimos tan a gusto, nos sentimos integrados y sin divisiones internas con una música que nos llega.

Cuando va acompañado de un adecuado proceso terapéutico, puede producir un gran Insight o Darse Cuenta y un cambio permanente talvez de algo que habíamos ya vislumbrado o trabajado anteriormente pero que con la música se nos “cierra la Gestalt”.

Por otra parte, cuando nos atrevemos a tomar e improvisar en un instrumento o a cantar con nuestra voz, estamos “sacando para afuera” sin intelectualizaciones ni mecanismos defensivos, la parte emocional y sensorial en una forma muy directa, a modo de catarsis. Se podría semejar a “golpear un cojín” o a llorar, estamos en el aquí y ahora, con nuestro cuerpo y mente integrados en un acto liberador.

En el canto de mantras que salen desde nuestros centros, estaríamos integrando nuestro ser con el entorno, con lo exterior, con los otros y el resto del universo.

La música sin duda nos puede ayudar en el proceso de darse cuenta de nuestras emociones, afectos y necesidades, como un instrumento anexo y complementario en nuestra autorregulación organísmica.








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